Se ha hecho viral en redes sociales y con toda la razón, la foto del pódium de gimnasia artística en la modalidad de suelo en los Juegos Olímpicos, en la que las estadounidenses Jordan Chiles (medalla de bronce) y Simone Biles (medalla de plata) homenajeaban a la brasileña Rebeca Andrade (medalla de oro). Estamos tan poco acostumbradas a ver este tipo de gestos en los deportes, nos han enseñado tanto a competir, que ver a mujeres que disfrutan y celebran los logros de otras mujeres que son su competencia, es una verdadera maravilla.
Sin embargo, algo que ha pasado un poco más desapercibido ha sido el hecho de que esas tres increíbles mujeres campeonas olímpicas son también las tres primeras mujeres negras que ocupan enteramente un pódium en unos Juegos Olímpicos en este deporte. En los deportes como en cualquier otro aspecto de la vida cotidiana hay factores que pueden condicionar la presencia, la participación y el acceso a premios de muchas personas. Tal vez uno de los que más ubicados tenemos puede ser el factor económico, pues no son iguales las oportunidades que tienen los deportistas de países de ingresos altos con los de ingresos bajos, por más que el talento abunde en los segundos.
Pero hay otro determinante del que poco hablamos y se trata de la raza, no me refiero a la raza biológica por supuesto (algo que no existe), sino a la raza en términos sociales, a esa construcción social que se utiliza como un tipo de clasificación de las personas según su color de piel y conforme a la cual se limitan los derechos y las oportunidades de las personas que no son blancas. No es casual que la gimnasia artística sea un deporte en el que mayoritariamente hay gimnastas blancas, y no lo es porque las posibilidades de acceso a ciertos deporte de élite, responden también a una estética y a un estereotipo que están atravesados por una perspectiva de clase y de raza y ahí generalmente no encajan las mujeres negras.
Las gimnasia ha sido ocupada generalmente por mujeres blancas, rubias, de cabello liso y ojos claros, algo que incluso la misma medallista Simone Biles, junto con otras exgimnastas negras estadounidenses comenta en su documental “Simone Biles vuelve a volar”, refiriéndose a lo difícil que fue para ellas no tener referentes, no tener mujeres negras gimnastas en quiénes inspirarse. O que incluso, una vez estando dentro y mostrando los mejores resultados, la gente comentara sobre cómo lucía su cabello y no sobre las medallas que acababa de ganar.
E inevitablemente esa discriminación incide también en las posibilidades económicas que tienen las personas negras que estructuralmente son marginadas, teniendo que sortear muchísimas más barreras y prejuicios. Así por ejemplo, es recurrente que las poblaciones negras y afrodescendientes vivan en los barrios más empobrecidos. Rebeca Andrade era una niña que vivía en las favelas de Brasil, hija de una madre trabajadora del hogar, a la que un proyecto social de gimnasia para niños y niñas en Sao Paulo le permitió empezar en el mundo de la gimnasia y eso le cambió la vida. Sin esa ayuda Brasil se habría perdido seguramente de su mejor deportista olímpica.
La vida de Simone Biles siendo una niña que fue llevada a casas de acogida para posteriormente ser adoptada por sus abuelos. Es un reflejo también de lo que sucede con las infancias negras en Estados Unidos, un país en donde 1 de cada 17 niños ingresa a un centro de acogida pero que en el caso de niñas y niños negros la cifra aumenta a uno de cada 9. Estas infancias están desproporcionadamente representadas en un sistema de acogida a las que llegan como resultado de lo que el racismo estructural hace en sus vidas.
Así que bueno, es importante decir que detrás de esa foto épica no hubo sólo sororidad, sino también lucha, resistencia y justicia racial. Algo que sin duda impactará en la inspiración y los referentes que tendrán muchas niñas negras en la gimnasia y en el deporte.
Como lo dijo Simon Biles en una entrevista
“Fue un pódium completamente negro, así que fue súper emocionante para nosotras”